martes, 17 de mayo de 2011

BREVE PINCELADA SOBRE LA HISTORIA DEL CALZADO EN MALLORCA HASTA EL SIGLO XIX.-


La organización del oficio de artesano zapatero en Mallorca data del siglo XIII. En el año 1379 había varias zonas en Palma que reunían a un número determinado de artesanos que se habían dividido por continuas desavenencias entre los mismos, hasta el punto de que la Cofradía de San Marcos congregaba a los zapateros de la parte alta de la ciudad, en la Iglesia de Santa Eulalia (vila d’amunt) y la de San Pedro Mártir, en la capilla de Santo Domingo, a los artesanos de la parte baja de la ciudad (vila d’avall). Fue precisamente en el año 1379 cuando se firmó una concordia promovida por el lugarteniente Berenguer de Montagut, que dio paso a la unificación de todos los artesanos del calzado.

Tal como ocurría con el gremio de carpinteros (que en otro apartado también algo comentaremos), en el siglo XV se introdujo el contrato de aprendizaje, cuyas normas se formalizaron ante Notario y se fijaron las formas de examen para obtener el título de maestro artesano. Primero eran 4 años de aprendizaje para pasar luego a 8 y así poder acceder al examen de maestro. Ejercer sin examen, suponía tener que abonar una multa de cuatro libras.

La industria del calzado en el siglo XIX se colocó en una posición eminente en el conjunto de la industria balear, por dos causas: la primera, los bajos costes de producción del zapato mallorquín en relación con el americano, su principal competidor. Esto se debía a los reducidos salarios que regulaban el sector. La baratura del factor trabajo evitaba así el incremento de inversiones en capital fijo, ya que, la integración de nuevos trabajadores a la producción, cuando la demanda exigía elevar los stocks, se convertía en la solución adoptada por los empresarios. Las instalaciones mecánicas para la fabricación del calzado eran, por este motivo, más bien escasas, hechos que contrastan, sin embargo, con los datos de producción cifrados en casi dos millones de pares de zapatos anuales. Y la segunda causa: las distintas formas de organización laboral. La industria del calzado certifica, durante ese siglo una vez más, la práctica paralela de mecanismos de elaboración bien dispares, modernos y tradicionales, dado que botas y zapatos se elaboran bajo tres formas distintas: la fabricación de todo tipo de calzado mediante maquinaria y herramientas con concentración de trabajadores en un solo edificio (fábrica de calzado); la fabricación manual del calzado en las mismas condiciones anteriores (talleres artesanos) y la fabricación también manual en talleres familiares que conlleva a la industria sumergida con el fin de esquivar la tributación.

En cuanto a la exportación del calzado isleño, durante la segunda mitad del siglo se pueden diferenciar dos fases muy significativas: la primera, desde 1859 a 1891, cuyo periodo es de un claro crecimiento paulatino. Las estrategias de los empresarios parecían ajustarse a las diferentes demandas, de manera que en esos años el calzado mallorquín había conquistado parcelas muy importantes del mercado (de ahí la afloración de Sociedades mercantiles durante ese periodo de tiempo que demuestra lo dicho). Y la segunda, a partir de 1892, cuando comienza el declive por una importante caída producida por los conflictos coloniales (el 90% de las exportaciones se realizaban a las Antillas, Filipinas y Repúblicas de América del Sur), además de Cuba y Marruecos.

No obstante, la industria del calzado en Mallorca durante la segunda mitad del siglo XIX, llegó a ser uno de los principales motores económicos de la isla compaginando los factores que hemos mencionado: el industrial y sobre todo el artesanal.



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