martes, 13 de diciembre de 2011

LLORENÇ VILLALONGA visto por JANER MANILA.



Por su interés y particular belleza literaria, reproducimos a continuación una  conferencia que pronunció hace ya casi 14 años, exactamente el 24 de marzo de 1998, el Profesor Gabriel Janer Manila en el Ilustre Colegio Notarial de las Islas Baleares, bajo el título: LLORENÇ VILLALONGA, LA BÚSQUEDA DEL TIEMPO.

Los que estéis interesados en la vida y obra de Villalonga disfrutareis leyéndola.  

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LLORENÇ VILLALONGA I PONS (1897-1980).

Como todo escritor, Llorenç Villalonga fue un creador de ficciones. Realidades que nunca existieron a no ser en su mente. Creador de mentiras que huelen a verdad. Pero un texto literario debe medirse por aquello que desencadena en la imaginación del lector. Como todo escritor, Villalonga proyectó su mirada sobre la realidad y nos contó el resultado de su exploración sobre la “memoria moral” de su época. Probablemente, partió de dos convicciones que consideró irrefutables: que la estupidez humana es algo que resiste imperturbable el paso del tiempo y que el futuro puede tener, a veces, el color de nuestra sonrisa.

Nacido en Palma en la calle dels Oms, el primero de marzo de 1897, cursó estudios de medicina en distintas universidades españolas hasta que se licenció por la de Zaragoza. Más tarde, se especializó en Psiquiatría en París y ejerció el cargo de subdirector de la clínica mental de Jesús hasta 1967. Yo le conocí, justamente, en enero de 1968, cuando, jubilado de la profesión médica y del quehacer profesional diario, se disponía a culminar su obra literaria. Es en 1968 con la publicación de LA GRAN BATUDA que entra en la recta final de la creación. Por entonces era un hombre mayor: lúcido, irónico, a veces sarcástico, volteriano y cínico, que subrayaba las contradicciones y las ambigüedades del mundo que le había tocado vivir.

En 1931 había publicado su primera novela, MORT DE DAMA, que escandalizó  a los lectores de su tiempo por su ironía doliente, por la crítica mordaz que ejercía sobre la sociedad mallorquina de los “felices años veinte”. En MORT DE DAMA, publicada por Villalonga con el pseudónimo Dhey, se perfila la caricatura de la sociedad de aquellos años a partir de los sectores sociales –la aristocracia y la intelectualidad- que el costumbrismo del siglo XIX había dejado al margen. Es desde este punto de vista que el novelista Dhey no significa la ruptura con los precedentes narrativos de Mallorca. MORT DE DAMA es, en definitiva, una magnificación del cuadro tradicional de costumbres. Y así supo verlo Josep M. Llompart en su obra LA LITERATURA MODERNA A LES BALEARS. La novela de Villalonga recuerda los AIGOFORTS de Gabriel Maura que reflejan las costumbres, las formas de vida, la mentalidad de las clases populares de la Palma ochocentintas. Sin el grado de profunda ternura que Maura llega A SENTIR POR SUS PERSONAJES, Villalonga es más refinadamente despiadado, mucho más cruel.

Sus padres: Miquel Villalonga y Joana Pons se casaron en 1890. Miguel Villalonga había cursado estudios en la Academia de Artillería de Segovia y fue destinado a Maó con el grado de teniente. Allí conoció  a Joana Pons i Marquès, mujer joven, culta y bella, aunque de módica fortuna.

Los primeros recuerdos de Villalonga van unidos a los cambios de residencia por causa de los traslados propios de la profesión del padre: traslado a Canarias en 1891, allí nace su primera hija; Conxa, que muere poco después. Destinado a Menorca: 1892, donde nacen Guillem, en 1892 y María, en 1894. Y Trasladado de nuevo a Palma, nacen Llorenç 1897 y Miquel, 1899. “Llamados a protagonizar –escribe Jaume Pomar, su reciente biógrafo- glorias y polémicas en el mundo de las letras”. De nuevo es destinado a Maó, en 1901. Y a la Coruña, en 1903.

El padre es visto por los hijos –por LLorenç y Miquel- como un ser distante, poco afectuoso y poco sociable. Miquel le considera tímido, inseguro. Una personalidad reprimida por el autoritarismo de la madre. Ambos hermanos –Llorenç y Miquel- coinciden en la formulación de algunas transgresiones de la fidelidad conyugal. Un hecho que la madre acusaba con tristes languideces.

Contrariamente, la imagen de la madre es adornada con cualidades de refinamiento y una exquisita sensibilidad. Puede observarse en Llorenç, durante sus primeros años, una fijación de la figura materna, más grave con los celos que siente frente al padre.

No quiere agradar al padre. Le molesta su severidad, su estilo autoritario. Esta tensión provoca diferencias que se resolverán en actitudes de clara rebeldía por parte de Llorenç. Sus hermanos: Guillem y Miquel seguirán la carrera militar.

Villalonga en su obra “Falses Memóries de Salvador Orlan”, cuenta: “Nací en 1897. No es sencillo concretar los primeros sentimientos de una existencia humana. Supongo que en mi, fueron, como todo el mundo, la libido y la angustia. El odio y la náusea debieron llegar un poco más tarde.

La libido se polarizaba en la admiración hacia la madre. Era bella, o por lo menos todo el mundo la encontraba bella, pero supongo que a mí me lo habría parecido aunque no lo fuese. Mi padre, lejano e impenetrable, me daba miedo. Tengo una foto d cuando era alumno de Artillería. Podría pasar por el retrato del Infante don Fernando de Austria, por Velázquez, que se conserva en el Prado…”

La admiración sin reservas por la madre va a durar toda la vida. Ella está en la base, como modelo, de la baronesa de Bearn y, por extensión, de doña Maria Antonia. El estilo contenido, refinado, aquella “douceur de vivre”, engendrarán un personaje que se vuelve de piedra anta la más pequeña muestra de vulgaridad.

Merece la pena recuperar ahora una carta de LL.Villalonga a la Sra. Núria Folch, esposa del novelista y escritor Joan Sales, con quien mantuvo una larga correspondencia. En esta carta, del 145 de octubre de 1964, refiere sus primeros recuerdos de infancia:

Mi primer recuerdo es metafísico. Tenía cinco años, en La Coruña. Una criada mallorquina me enseñaba  que si uno se mira durante la noche en un espejo, le aparece el diablo. Además, era pecado comer chocolate y echar el pan por debajo los muebles. Y  no comer sopa. Y casi todo. Sentado en la habitación de mi madre, donde había dos espejos, pensé: “Tal vez, un sabio descubrirá que no existe el infierno”. Poco tiempo después: la dignidad. Desde el mirador se podía ver el mar. Unos hombres nadaban a lo lejos y habían dejado sus vestidos a la orilla. ¿Qué sucedería si alguien les quitara la ropa?. ¿Cómo regresarían a casa?. La respuesta fue: Tendrían que suicidarse. De la misma época: el embuste. La Pardo Bazán pregunta al asistente de mi padre yo de quien era hijo legítimo. Responde el gallego: “Hijo legítimo del Comandante Villalonga”. Gran enfado de mi madre al saberlo. ¿Por qué?. ¿Es algo feo ser hijo legítimo?. Todo lo contrario. “Entonces, ¿por qué has reñido a Antonio? “Porque estas cosas nos e dicen”. “Y, ¿por qué no se dicen?”. “Porque no”. Días después saliendo de misa, dice doña Emilia a mi madre: “Queridita, en esta país es tan natural tener hijos naturales…”. ¿En qué quedamos?. ¿Por qué mi madre esta vez se ha reído en lugar de enfadarse?. Seis años: el amor. Robo una sombrilla a mi madre para regalarla a una señora. Huída de casa siguiendo la esquiva belleza, que n el portal de su casa se da cuenta y me obliga a volver a casa acompañado por una criada robusta…”

Jaume Vidal Alcover que el trató durante muchos años y vio como nacían algunas de sus obras nos ofrece un retrato del escritor que merece la pena rescatar:

Físicamente, Llorenç Villalonga es alto, de cara alargada y cuello ancho; parece que hubiera probado de ser un atleta y que, en cierta medida, lo consiguiera. Parece inexpresivo y que tiene un dominio nulo del gesto, cosa que él, de una forma un poco británica, cultiva. Posee, no obstante, una aguda sensibilidad para el espectáculo, verdaderamente cómico, del mundo, y su capacidad de ironía y de humor no tiene medida: se trata de un hombre que va a reír mientras viva, que reirá, tal vez, en la mismísima hora de la muerte. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que sea un optimista. Parco de gestos yd e palabras, con una actitud, con frecuencia, de aburrimiento inconmensurable, la gracia de su trato es, no obstante, para quien le conoce bien, irresistible. En estos hombres fríos y de expresividad sobria, el gesto más pequeño cobra una fuerza insólita y la confianza más ligera parece una confesión general”.

La obra narrativa de Llorenç Villalonga está formada por: 15 novelas, además de algunos cuentos y narraciones breves, varias piezas teatrales (DESBARATS (Despropósitos), que le acercan al teatro del absurdo.

MORT DE DAMA (1931, LA NOVEL·LA DE PALMIRA (1952), EL LLEDONER DE LA CLASTRA (1958), L’ÀNGEL REBEL (1960), BEARN (1961), DESENLLAÇ A MONTLLEÓ (1963), L’HEREVA DE DONYA OBDÚLIA (1964), FALSES MEMÓRIES DE SALVADOR ORLAN (1967), LES FURES (1967), LA GRAN BATUDA (1968), LA VIRREYNA (1969), LA LULÚ (1970), LULÚ REGINA (1972), EL MISÀNTROP (1972), ANDREA VÍCTRIX (1974).

Voy a centrarme en sus dos novelas más conocidas: MORT DE DAMA Y BEARN, en ellas se concentra su mundo narrativo, su gran representación de la realidad.

MORT DE DAMA.

Cuentan que André Gide, un día que dedicaba un cálido elogio a la extraordinaria Colette, le decía que ella había conseguido aquello por lo que un narrador daría la mitad de su vida por conseguir, y es crear un personaje. Se refería a Claudine , de la gran novelista. Eso pensé hace unas semanas mientras veía a doña Obdúlia de Montcada, viuda de Bearn, en el escenario del teatro Principal de Palma ante un teatro lleno hasta las últimas filas de gentes que la contemplaban extasiados y le reían las gracias y le toleraban las impertinencias, y descubrían que doña Obdúlia no era ni inteligente, ni buena, ni fina, ni amorosa, ni tierna, ni… pero era. Doña Obdúlia venía de las páginas de la novela y se instalaba en el escenario moribunda y viviente al mismo tiempo. Aquella señora de inteligencia “clara y escasísima”, que comprendía que “el mundo se divide en dos grupos muy grandes: el de las personas sensatas que piensas como ella, y el de los perturbados, que opinan de otra manera”, esta dama, nacida de la capacidad creativa de un joven escritor con el propósito de fustigar una sociedad sólidamente estratificada, es algo tan imposible d definir: un personaje, una criatura que adquiere vida propia.

Publicada en 1931 con un prólogo de Gabriel Alomar es una gran novela, más que por su sátira mordaz, por la capacidad de penetración sutil y profunda en la realidad social de su tiempo, y por la creación de unos tipos humanos llenos de matices psicológicos. En el barrio antiguo y noble de la catedral, Villalonga sitúa el escenario sobre el cual van a moverse sus personajes. Se trata de un espacio que el novelista describe con ironía y, seguramente, con cierta ternura:

“El barrio es venerable. Noble y silencioso, con calles estrechas y casas anchas, que parecen deshabitadas. Entre los voladizos de las casas, el cielo hace vibrar su azul luminoso como una lanzada. La hierba crece entre las juntas de las piedras, anchas como losas. Rompen el silencio, de tarde en tarde, murmullos de campanas.

Por el barrio, no pasa nadie. “los verdaderos habitantes de estas calles son los gastos”, ha dicho Santiago Rusiñol. Mallorca es un país privilegiado para los seres gatunos. El gato exige silencio, orden, limpieza, como un filósofo escolástico: los ruidos del mundo no le dejarían meditar. Los gatos y los canónicos guardan analogías. Por eso escogieron el mismo barrio. La aristocracia, la burguesía, también anhelan descansar…
Al otro extremo de la ciudad, en las afueras, por el Terreno, por Génova, se remueve el mundo colonial, formado por pintores, turistas y señoras que fuman. Son gentes extrañas, que se bañan en invierno y viven de espaldas a la religión. Fabrican cócteles endiablados. Dan bailes y tes. El barrio antiguo finge ignorarlo. Sin valor ni deseos por declararles la batalla, opta por declararles inexistentes… Alguna señorita indígena, en los tes casi litúrgicos del casino, pide ya cócteles de ginebra y vermut. Dos de ellas, por carnaval, se atrevieron a encender un cigarrillo. El aire está cargado de presagios… Pero el barrio antiguo no se da cuenta. En las playas estaba prohibido que los hombres pasaran a la zona reservada para las señoras. Las americanas escamotean esta Ley pasando ellas a la zona de los hombres. Tal vez alguna mallorquina exaltada las imita. El barrio antiguo no se da cuenta.

Lo señores, los canónigos y los gatos viven en perpetua siesta. Las campanas de la catedral, lentas, clamorosas, regulan sus existencias.

En este barrio, en fin, y entre esta aristocrática burguesía del siglo XIX, es donde el novelista Dhey sitúa su narración. De una parte, Doña Obdúlia y el viejo mundo mallorquín, hecho de prejuicios y principios que parecen inconmovibles. En este mundo se incluye el de las fuerzas oficiales y prestigios que vienen de Madrid, simbolizado por el marqués de Collera. Por otra parte, está el mundo intelectual de aquel tiempo simbolizado por Aina Cohen. Los nombres por si mismos –Obdúlia, Collera, Aina Cohen- nos dan la mesura –la desmesura- de la burla.

La novela cuenta la muerte de doña Obdúlia Montcada, una señora vital, autoritaria, de ideas heredadas y fijas sobre la sociedad y su clase. La casa donde muere sobre una montaña de colchones y entre cortinajes de damasco la dama altiva, es el barrio antiguo de la catedral, un barrio venerable, noble y silencioso, habitado por señoras que acuden a la novena y rezan por sus antepasados, por canónigos y gatos perezosos y rutinarios.

EL MITO DE BEARN.

BEARN O LA SALA DE MUÑECAS, publicada por primera vez en catalán en 1961 representa la plenitud literaria de Llorenç Villalonga. En BEARN converge toda su obra y en ella resume su pensamiento y concentra su universo novelístico. Llompart ha escrito refiriéndose al sentido que adquiere BEARN en el contexto de la obra villalonguiana: “…es necesario tener presente que si MORT DE DAMA es la obra maestra de Dhey, el esnob corrosivo y avanguardista de los años treinta, BEARN significa la creación máxima de Llorenç Villalonga, el caballero escéptico, nostálgico y conservador de después de la guerra civil. MORT DE DAMA es una sátira, BEARN un poema de amor. Allá el novelista toma una actitud crítica ante un estado de cosas a punto de liquidar, pero todavía vigente; aquí, evoca un pasado irrecuperable, perdido para siempre; un món esbucat, hundido, como el de la Reliquia de Joan Alcover o el de L’Hostal de la Bolla de Miquel dels Sants Oliver”.

BEARN fue escrita, según su autor, durante el verano de 1945 y guardada en el cajón de una mesa.
Pasaron once años y, en 1956, apareció en Mallorca su traducción al castellano, que fue calificada por el autor de desafortunada y pasó sin pena ni gloria. Pero la preparación de la obra, siempre según el propio autor, había sido muy anterior. Se había iniciado en el otoño de 1936, después de rechazado el desembarco republicano, cuando, en palabras de Villalonga, (del prólogo de la primera edición de BEARN) “la isla había recobrado la calma”. El escritor se retira al campo y concibe la novela en un “ambiente de paz”, como dice él, como “retrato” o si se quiere “poema” de una cierta Mallorca, de la “suya”.
En el señor de BEARN, Llorenç Villalonga resume las más destacadas virtudes y los más elegantes defectos del hombre mediterráneo. Don Tonet de Bearn es el espectador impotente, refugiado en la ironía y el escepticismo, de la destrucción de su pequeño mundo. Un mundo hecho de fórmulas amables y ambiguas, de sonrisas sutiles, de buenas formas y de conveniencias sociales.

BEARN es la novela de un mundo que desaparece. De un tiempo que se diluye en la niebla. Antes que todo acabe, Villalonga quiere dar testimonio –como cuando escribía MORT DE DAMA quería dejar constancia de algunas escenas que habían transcurrido durante su infancia-, de aquel mundo feliz. Tonet –don Toni de Bearn- es un señor rural de Mallorca, prestigioso y pobre,  inquieto e ilustrado, que defiende la mesura y la contención contra el instinto y contra el  desorden.

BEARN es el mito de la aristocracia rural que vive en una “possessió” de montaña. Don Toni de Bearn vive como un  señor feudal en su castillo, pero es un hombre que tiene todas las virtudes del burgués ilustrado: interés por la cultura, curiosidad por el progreso científico, amor a la inteligencia y al refinamiento. Pero la obra de Villalonga es, en última instancia, una larga explicación de sí mismo.

La novela contiene algunas referencias breves al pasado, a la historia de la familia de Bearn. La noticia histórica más antigua referida a un miembro de la familia es la participación de un Bearn en la expedición de Carlos I contra Argel (1541). En la primera mitad del siglo XVIII, don Toni de Bearn i Torre Roja encarna el prototipo de señor de l’“Ancien  Régime” que abusa del poder y arranca “la honra y la paz a las familias humildes y decentísimas” (cap.6 de la 2ª PARTE). Se le compara al peligro que suponen los asaltos de corsarios norteafricanos sobre las costas mallorquinas, y esto confiere al señor de Bearn la condición de peligro próspero y amenazante. También es comparado a una tromba de agua que destruye y arrasa los campos. En la estructura del relato, este don Toni del setecientos funciona como una figura paralela de su descendiente ochocentista. Tonet de Bearn, como su antepasado homónimo, tiene fama de seductor de payesas, valiéndose de su poder señorial y del prestigio familiar. También, como su antepasado, Tonet es temido por los payeses, pero ahora en este temor, interviene algún motivo diferente. El interés del señor de Bearn por el progreso técnico, que le empuja a introducir en su propia casa algunos inventos novedosos, o a fabricarlos él mismo, y la costumbre de dejar encendida durante toda la noche la luz de su habitación, provocan la incomprensión y el distanciamiento de quienes trabajan por su cuenta, que llegan a creer que tiene pactos secretos con el diablo. (Como el “Fausto” de Goethe, uno de los modelos literarios de la novela).

Entre la galería de personajes familiares ya fallecidos cuando transcurre la acción de la novela, el que adquiere más peso es don Felip, nacido en Palma en 1780 y descubierto en Bearn muerto al pie de la cama, no sabemos si fallecido por muerte violenta o natural, en una fecha no precisada. Don Felip, capitán de caballería, destacado en Aranjuez, fue al mismo tiempo amante de la reina Maria Luisa y muy amigo de su favorito Godoy. Le dio por vestir muñecas e hizo con ellas una exposición de unas veinte en la sala de banderas de su cuartel. Expulsado del ejército, se recluye en Bearn. Francmasón e lustrado, mantuvo una abundosa correspondencia con personajes de la corte española y de la corte prusiana. Los comentarios y las insinuaciones que sobre él se hacen en la novela nos lo presentan como un hombre interesado eróticamente tanto por el otro sexo como por el suyo propio. Sus colecciones de muñecas y su correspondencia se conservan ocultas en la Sala de las Muñecas, donde don Toni no ha permitido jamás que nadie entre. La sombra inquietante de don Felip se materializa en la novela a través de esta sala secreta donde se conservan documentos y objetos que le pertenecieron. Se trata de un motivo temático que procede de la novela gótica –pensemos en “Cumbres Borrascosas”, por ejemplo, o en “Rebeca”- con sus antiguas y enormes casas que guardan secretos horribles. (El tema de la habitación prohibida nos remite al cuenta barbazul de Ch. Perrault).
La trama argumental de la novela se desarrolla entre dos límites cronológicos: el año 1859 –fecha de la huída de don Toni con doña Xima a París, y del significativo estreno de “Fausto” de Gounod- y 1º890, fecha de la muerte e los señores de Bearn y el relato de la historia por el capellán de la familia: don Joan Maiol.

Entre estas dos fechas, los años que más destacan son: 1868 y 1883. En la primera de estas fechas, después de la Revolución de Setiembre, a finales de año, se narra (entre los capítulos 13 y 21 de la primera parte de la obra) el primer retorno de doña Xima a Bearn y la segunda tentación fáustica de ella a don Toni. Éste, no obstante, ha entendido que sólo puede revivir la primera experiencia a través de la escritura y rechaza la propuesta de su hermosa sobrina. Los esposos –don Toni y doña Maria Antonia- se reconcilian y vuelven a vivir juntos.

En 1883 tiene lugar el viaje del matrimonio, acompañados de don Joan Maiol, a París y a  Roma, narrado entre los capítulos 4 y 14 de la segunda parte: concretamente, parten de Mallorca el 2 de noviembre de 1883 y regresan el 12 de enero de 1884. Para Villalonga, París y Roma representan las dos grandes capitales históricas de Europa. París es la capital moderna –artística e intelectual-. Roma es la antigua capital del mundo pagano y la capital religiosa moderna.
La fascinación que Villalonga siente por París “J’ai deux amours, mon pays et París”: cantaba Josephine Baker sobre las tablas del Follies Berger. LLorenç Villalonga diría: “J’ai deux amours: moi et Paris”.

Don Toni de Bearn es un hombre racionalista e ilustrado que se defiende contra las amenazas de una nueva época histórica con un suave escepticismo, y destila sutiles ironías contra los nuevos tiempos, destructores de una realidad vieja, mesurada y armónica.

Villalonga extrajo la figura de  don Toni de un discreto e insignificante personaje de su entorno familiar: Josep Palou de Comasema, tío político de la que, a partir de 1936, sería su esposa: Teresa Gelabert.

Josep Palou de Comasema y Truyols, Palma de Mallorca, 1853-1944, pertenecía a una vieja y aristocrática familia mallorquina, pero ya en plena decadencia. Su padre Joan-Antoni, administrador descuidado y abúlico, había iniciado la pérdida ruinosa del patrimonio familiar. El desastre se consumó en manos de su heredero: Manuel Palou de Comasema. I Josep se vio obligado debido a la quiebra a una existencia de estrecheces, que una pequeña y providencial pensión de la que le proveía la aristocrática familia de los Armengol de Inca evitó que llegara a extremos dramáticos.
La situación de Josep Palou de Comasema mejoró sustancialmente al casarse con Mercè Gelabert y Llabrés, poseedora de un patrimonio respetable. Mercè era hermana del padre de Teresa. A partir del año de su matrimonio, Villalonga empezó a  tratar la curiosa figura de “l`oncle Josep Palou de Comasema”. Entre divertido e impresionado, observó su más absoluta indiferencia ante las adversidades familiares. Y también ante una nueva época en la que la vieja y decaída aristocracia mallorquina jugaría un papel secundario.

El trato entre Llorenç Villalonga y “l`oncle” fue cotidiano hasta la muerte de éste, cuando tenía 94 años en la casa donde residía el escritor, en la calle del Estudi General. Las observaciones que hizo, anotación de anécdotas, etc. Le propiciaron el material que sirvió de base para la creación del personaje de su novela.
Una pieza clase en la gestación de BEARN fue la novela del escritor alsaciano Jean Schlumberger: “Le lion deveneu vieux”, que había descubierto en una librería durante su estancia en París, el mes de marzo de 1929. Vilallonga se hospedaba en el Hotel de la Bourse, estudiaba psiquiatría en la Salpetrière y le quedaba tiempo para asistir al teatro de l’Atelier y visitar la pitonisa Mme. Dormand.

LLorenç Villalonga, siguiendo las tesis de Paul Valéry, considera las formas culturales de Occidente sólo una serie de convenciones que nos permiten un refugio provisional y frágil contra el caos. La civilización es una convención, jamás una realidad estable y sólida. En las páginas de “La decadencia de Occidente” de O. Spengler, Villalonga aprendió que las culturas, como la vida, son procesos cíclicos, y no el progreso ascendente y lineal que imaginaron los positivistas del siglo XIX. En la lucha de la Razón contra la Locura ésta gana siempre. BEARN acaba con la absoluta victoria del desorden y de la muerte.

Don Toni de Bearn se sumerge, al llegarle la hora de la muerte, en la niebla de la ambigüedad, él que representaba la claridad racional, como su esposa Maria Antonia. Todo está drogado en Bearn en los últimos momentos. El carnaval invade la casa con gritos enloquecidos. El pueblo, disfrazado, irreconocible, rastrea las habitaciones y cocina. Se comen cuanto encuentran y roban los objetos de plata. Nadie hace nada para conjurar la catástrofe. Los bombones envenenados de Xima ruedan sobre la chimenea. Los señores, medio dormidos de muerte, dicen frase incongruentes y se convierten en puro recuerdo, sombras. Don Joan, el sacerdote, el único que podía tener la cabeza en su sitio, corre por la casa y presiente el final, ofuscado por la desgracia de la doble, de la triple, muerte. Y quema el archivo secreto de la habitación prohibida, frívola y despiadada posteridad de conocer las posibles miserias de sus señores.

En BEARN O LA SALA DE LAS MUÑECAS es donde las ideas estéticas y literarias del autor encuentran su punto más eficaz. La edición catalana salió en 1961, mutilada de su epílogo –restituido en la edición de las Obras Completas de 1966-, pero se trata de un epílogo que intensifica la ambigüedad de la obra, la idea de la imposibilidad del hombre para conocer la verdad. Una ambigüedad que expone con claridad la imagen que Villalonga había escogido para presentar el personaje central de la novela: Don Toni vestido de fraile, con una peluca al estilo de Luis XV, mientras que a su espalda las llamas de la chimenea desdibujan y hacen todavía más inquietante esta figura que parece demoníaca. Y la imagen parece la respuesta imposible a la pregunta que obsesiona, a lo largo de la novela, a don Joan Maiol, que es el narrador, el capellán de la casa y probable hijo del último señor de Bearn, que acaba de morir: ¿Quién era en realidad este hombre? y, sobre todo, ¿conseguirá salvar su alma?. Se trata de una pregunta particularmente difícil para el sacerdote.
Y a partir de aquí surge otra pregunta de alcance universal: ¿Puede ser conocida la verdad?. La interrogación suele ocupar un lugar destacado en las novelas modernas, con unos personajes sin certezas, inseguros. En estos personaje se encarnan, de hecho, dos conceptos totalmente antagónicos de la existencia humana: el que apuesta por el bien, que quiere decir rechazo del riesgo y todo cuanto conlleva de posible placer, y el que defiende el mal con todas sus consecuencias, el hombre fáustico, de hecho, el prototipo de la civilización occidental, según la obra de Spengler. El lector sólo va a conocer fragmentos de la historia del señor de Bearn, una historia llena de interrogantes.

Otro acierto de Villalonga es el recurrir a un mito universal para vertebrar la historia de su protagonista: Fausto, un mito tratado a lo largo del siglo XIX y que, en torno a la Primera Guerra Mundial se intensifica notablemente. Así, la primera parte de BEARN se titula “Bajo la influencia de Fausto”, y en ella se explica la huída de don Toni, a los cuarenta y ocho años, con su sobrina Xima, de dieciocho, a Paris; con la excusa de asistir al estreno de la ópera de Gounod, “Fausto”, pero en realidad lo que pretende don Toni, que se encuentra en una edad crítica, es recuperar la juventud perdida, la posibilidad de volver a vivir con plenitud. “todos –me decía- nos sentíamos tentados de vender el alma al diablo, especialmente quienes habíamos dejado de ser jóvenes”. No obstante, una vez fracasa esta tentativa de París, y ya de retorno a  Bearn, aparece en él otra faceta: la del hombre fáustico, una especie de superhombre de Nietszche, el hombre que quiere sumarse al progreso.

Debería referirme ahora a las similitudes que BEARN contiene referidas a “El Gatopardo” del príncipe siciliano de Lampedusa, publicada con posterioridad a BEARN. Aquí, don Toni viaja a París, de nuevo, y a Roma, acompañado de su esposa doña Maria Antonia y don Joan Maiol. Para ello han tenido que talar los bosques de pinos y encinas. En París, acude a una demostración de los Mongolfier, que presentan su artefacto volador. El príncipe del Gatopardo sabe muy bien que su clase social está en decadencia, que va a ser sustituida por otra clase social emprendedora, formada por comerciantes y mercaderes. El viejo gatopardo, finalmente vencido por los chacales. Pero el príncipe prefiere el pacto social a la muerte definitiva de su clase. Y casará a su sobrino y heredero con la hija de un comerciante emprendedor y rico. En su recientemente publicado “Diario de guerra”, escrito durante la Guerra Civil, Villalonga afirma algo muy parecido. Terea tiene campos de almendros que producen buen fruto y sementeras que dan trigo en abundancia, viñas que producen buenos vinos. Nosotros tenemos las tierras yermas de Bearn: pinares y roquizales. Ella es una persona rica, nosotros somos unos señores.

BEARN es también una reflexión sobre el mal. El mal en el mundo y el mal en el hombre. Ya no es necesario el diablo, más bien es una figura ridícula. El hombre lleva el diablo en su interior, un diablo que, le atrae porque es hermoso. Como doña Xima, ángel y demonio a la vez, siguiendo la ambigüedad que caracteriza al escritor.

De otra parte, el mal puede surgir de forma inesperada, con toda su crudeza y crueldad, y muy poco va a poder hacer el hombre para rehuirlo. A pesar de la ironía y del tratamiento que hace de la materia narrativa, en BEARN hay esta profunda reflexión sobre el mal, una reflexión que resulta particularmente actual. Una reflexión que no parece terne una respuesta posible. Y por el hecho de reflexionar sobre un tema universal y sobre otros igualmente eternos –el amor, al escritura, los anhelos profundos del hombre…-, y de hacerlo con sutileza sabia a través de un mito universal, Villalonga es un autor que hay que leer. Un clásico moderno, como es moderna también su visión de Fausto: Fausto tiene aquí los pies de barro.

Villalonga es un escéptico y un conservador que se dispone para entretenerse a hacer la caricatura de un mundo desorientado. La democracia liberal y técnica conducen –viene a decir- finalmente a la estupidez. En 1930 Ortega había escrito: “Se ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de la civilización. No los de ésta o los de aquélla, sino –a lo que hoy puede juzgarse- los de ninguna. Le interesan, evidentemente, los anestésicos, los automóviles y algunas cosas más”.

Villalonga sabe que las Arcadias no existen, que el paraíso es siempre un paraíso perdido. Y, no obstante, como Fausto, perdido en la búsqueda del tiempo, se deja seducir por la memoria.




1 comentario:

  1. Molt interessant tot l'estudi que feu de Bearn. El recomanaré als meus alumnes.

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