miércoles, 22 de abril de 2015

NA BEL "ROLLET"



Era una niña grande. De ella se cuentan múltiples historias, a cada cual más increíble. Siempre iba vestida con una falda hasta las rodillas, calcetines blancos y la mayoría de veces con zapatos de hombre y un mantón de lana sobre los hombros. Iba peinada de una forma muy característica, como si fuera una especie de "Dama de Elche", con las trenzas recogidas en círculos en los lados de su cabeza.


Dicen que de ahí proviene su apodo, por su pelo,  pero no es cierto; su apodo venia por el nombre del horno familiar de sus padres, los Bauzá-Forteza (el más antiguo del Terreno) que se llamaba  "Es Forn de Can Rollet", por cuyo nombre se les conocía a todos ellos.
En este lugar tenían el estanco
Después del horno, que estaba situado al otro lado de "Sa carretera d'Andratx",  que aunque se llamara  oficialmente calle de Alfonso XIII, para todos era "Sa Carretera", donde ahora hay un bar, los Bauzá pusieron un estanco.

Fue el primero y el único dentro de la barriada del Terreno. Na Bel era una niñita, delgada, extrovertida, de cabellos dorados como hilo de oro. Dice el escritor Luís Fábregas que la conoció con cinco años que, “además de ser una gran nadadora, tenía una mente privilegiada. Sin embargo, debido a una enfermedad, su cuerpo siguió creciendo pero su mente, fue, hasta su muerte, la de una niña”.  La veíamos con las manos entrelazadas, arrodillada encima de una silla encordada y con los codos encima de aquel mostrador con encimera de mármol. Tenía a su alcance la guillotina de cortar la punta a los cigarros "porres" y "peninsulars" labor ésta que le encantaba realizar.


El estanco de Ca'n Rollet contaba con mucha clientela y la mayoría, taberneros y amos de "merenderos" de Cala En Cranc, Sant Agustí, Portals y Son Calíu, solían comprar al por mayor.

Na Bel, de pequeñita, ya destacaba por todo lo contrario a lo que iba a destacar de mayor:  su inteligencia.  Cuando les encargaban una comanda: “300 fillets, 150 d'entrefins, 30 corterons grossos, 100 dels altres, dues caixes de Pay Pay, altres de Bambú”, su hermana Joaneta iba sirviendo y anotando el precio; y aún no había acabado de enumerarlo todo, cuando na Bel, de cabeza, ya lo había sumado y decía la cantidad exacta. Cuando la hermana, que era muy diestra, había sumado la partida, todo el mundo quedaba asombrado de ver como aquella niña no se había equivocado. Era un caso, la inteligencia de aquella niña de cinco o seis años.

Aquí la vemos con el Obispo Rafael Alvarez Larra

Pero, como hemos dicho, tuvo la desgracia de padecer una meningitis que no se la llevó de milagro, a costa de muchos cuidados, aunque ya no volvería a ser la misma. Ella fue creciendo pero su mente se quedó paralizada.


Ya de mayor, estuvo en "Ca Ses Dureta" y aprendió el oficio de planchadora. También demostró tener suma destreza planchando hasta el punto de que, las piezas delicadas de tul y otras telas de seda, le eran entregadas solo a ella. Planchaba “puñetas”, filigranas, bordados, mantones, etc. para Ca'n Bonet, de la calle de San Nicolás, i esas hermosas confecciones sólo Na Bel "rollet" las podía planchar.



Cuentan que una vez se subió en la noria del Ram (la feria). No está claro si ésta se estropeó estando ella arriba o que no le gustó estar a tanta altitud y tener que esperar para bajar. Lo cierto es que se salió de la cesta y se fue descolgando por los hierros de la estructura, hasta llegar al suelo, entre los gritos de los demás viajeros y espectadores que la miraban incrédulos desde abajo.


En la calle San Nicolás, se sentaba en el escalón de la mercería “Panadés” y hacía "devanavar troques" a los transeúntes que pasaban delante de ella, a los que paraba, y tenían que aguantarla mientras ella iba haciendo la madeja... también hacía ganchillo.

Se colaba en todas las bodas y bautizos que se celebraban en la Iglesia de San Nicolás, y se paseaba por dentro de la Iglesia mientras se decía misa.

A veces daba miedo encontrarla si iba sola por la calle pues tenía una mirada extraña que parecía perversa. En uno de sus ojos tenía una “furia de sangre” y eso asustaba a mucha gente.

Mayor, gorda, la mente más para allá que para acá, a veces mirada perdida, hablaba con todo el mundo y no paraba de comunicar que su novio, Jaime I el Conquistador, estaba viajando ya hacia Mallorca para llevarla con él al altar matrimonial.


Rubia oxigenada, maquillada en exceso, oliendo a una mezcla de “Maderas de Oriente” y algún orín incontenido, Bel Rollet no faltaba nunca a su cita diaria con las palomas de la plaza de España que, en pequeños vuelos, abandonaban la corona real de Jaime I para posarse ante las migas de pan que Bel les brindaba con delicadeza. La majestuosa figura ecuestre, espada en mano y mirada perdida también en el horizonte de la figura de Don Jaime, parecía velar por la integridad de su amada doncella tan desprotegida como demente… Nadie sabía  donde vivía y con quién vivía pero todo el mundo la conocía.



Su radio de acción era el centro de Palma, el Borne, la Rambla, Plaza de Cort etc. Para ir de un lugar a otro, utilizaba el tranvía. A ellos se subía colgada del estribo y se bajaba cuando quería en marcha corriendo y dando botes. Nunca pagó billete alguno ni de autobús ni de tranvía –a ningún revisor se le ocurrió nunca exigírselo-.


Si iba por la calle y tenía sed, se acercaba a la mesa de un bar y bebía del vaso de cualquier cliente, sonriéndole y dándole las gracias.



No fallaba ningún domingo en las galas matinales del Teatro Lírico cuando hacían conciertos de música pop los conjuntos locales. Allí iban los “Beta Quartet”, “Los Pop”, “Four Winds and Dito” y “Los Surcos”, entre otros.

Na Bel circulaba arriba y hacia abajo disfrutando del espectáculo y cuando algún conjunto cantaba alguna canción que le había gustado mucho, subía al escenario y repartía besos entre los músicos y les daba caramelos que llevaba en una bolsita colgada del brazo.Si veía algún niño llorando, se le acercaba, y le daba una peseta para comprarse un pirulí.

Hizo siempre lo que quiso, y eso la llevaría a su muerte. Isabel Bauzá, álias "Na Bel Rollet" falleció el 7 de julio de 1973 a los 62 años en el hospital Son Dureta. Unos días antes había sido atropellada por un coche, al intentar cruzar la nueva autovía situada a los pies de la catedral de Palma. Dicen que sus últimas palabras fueron..."Ha sido culpa mía".

Con ella se fue uno de los personajes más curiosos, únicos y excéntricos que vivieron en nuestra ciudad a mediados del siglo XX, junto a “Nicolau Marieta” y “Alfonso el Lotero”.  No recordamos más.





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