jueves, 16 de abril de 2015

SANT ANTONIET I ELMAL DE FOC.





El Ergotismo, llamado también en la antigüedad “Fuego de San Antonio” y en catalán “Mal de Foc”, es una enfermedad causada por la ingesta de un hongo parásito, el “Cornezuelo”, que libera la ergotamina de la cual deriva el ácido lisérgico que contamina el centeno y en menor medida otros cereales.


En la Edad Media, las intoxicaciones con este hongo eran muy frecuentes, hasta el punto que se crearon hospitales donde los frailes de la Orden de San Antonio se dedicaban exclusivamente a cuidar a estos enfermos. Los frailes llevaban hábito oscuro con una gran “T” azul en el pecho.


Esta enfermedad epidémica comenzó en Francia en el siglo X y se fue expandiendo por toda Europa. De muy difícil curación, los efectos que producía en los enfermos el envenenamiento por el “Ergot” comenzaba con un frío intenso en todas las extremidades para convertirse después en una quemazón aguda, convulsiones y contracción arterial,  produciendo una necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena que corroía principalmente  las extremidades que se volvían negras y arrugadas, produciendo mutilaciones espontáneas. 


Los enfermos sufrían dolores atroces que les hacía acudir a los templos y plazas públicas llorando y suplicando remedio para sus males.


No se sabía cómo se contraía la enfermedad (hasta el siglo XVIII no se asoció la infección al Cornezuelo) y los pacientes comenzaron a encomendarse a San Antonio por haberse producido algunas curaciones milagrosas advocando al Santo, lo que hizo surgir una Orden especialmente dedicada a acoger a estos enfermos.

Bajo esa premisa, y habida cuenta que en tiempo de la Conquista ya funcionaban en Aragón unos 7 hospitales a estos efectos, el Rey Jaime I concedió en 1230 unos terrenos en la calle de la Sèquia o Sant Miquel, a los “Canónigos Regulares de San Agustín”, para que fundaran en Mallorca el hospital para el “Mal de Foc” de “Sant Antoni de Viana”. Se fundó la Orden, en principio, con siete integrantes (lo principal, como se verá ya estaba solucionado) pero el hospital tardó medio siglo en llegar, como atestigua el primer documento asistencial que data de tres décadas después.

Era corriente ver a los frailes de Sant Antoniet salir a la calle tocando una campana para pedir limosna. También es cierto que criaban cerdos para abastecer las necesidades del Convento y del hospital. Conocidos es por todos el sorteo que se celebraba anualmente de uno de los cerdos y también de las “beneïdes” de Sant Antoni.

En 1362, dado el incremento de la devoción a San Antonio Abad, el convento de “Sant Antoniet” se fue agrandando, pero no fue hasta 1729 cuando se emprendieron importantes reformas en todo el edificio. No obstante, en 1756 al encontrarse en un estado ruinoso, no hubo más remedio que proceder casi a su entera demolición. Un año más tarde se inició la construcción de la nueva iglesia cuyas obras se terminaron en 1768. 

Esta Iglesia se conserva aún en la actualidad, con sus catacumbas, donde permanecen enterrados algunos de los frailes que moraron en ese lugar. También se conserva el claustro del Convento de 1729, ambos configurados a partir de una planta elíptica.
 
La Orden de San Antonio fue suprimida en 1788 por el Rey Carlos III, pasando la Iglesia a depender de la Parroquia de San Miguel. El actual edificio, de estilo barroco clasicista, muestra sobre el portal mayor una imagen de San Antonio Abad, con un cerdo y el fuego de San Antonio a sus pies. Arriba de la fachada figura la “T” de la Orden.

Según Macià Tomás, investigador médico, que dedicó su tesis doctoral a mediados de los 90 a este mal, dice que “En Mallorca nunca hubo Cornezuelo, ni siquiera centeno cultivado en la Isla ni importado” apostillando que “se creó un hospital para una enfermedad que no existía en nuestra tierra”. “En cambio, acabaron allí pacientes con dolencias similares como cánceres de piel, úlceras diabéticas que no curaban e infecciones crónicas”.

“El hospital del Convento era muy pequeño con una media de unos 5 pacientes por año” -añade el investigador-  “De ahí que el personal estuviera formado solamente por un médico, que a veces contaba con la ayuda de otro facultativo contratado y de un fraile hospitaler”. El “LLibre dels malalts” contabiliza un total de 537 ingresos en dicho centro entre 1751 y 1850, habiendo fallecido casi el 55% de todos ellos.

Continúa Macià Tomás diciendo que prácticamente no se conserva información sobre la terapéutica que se utilizaba. Sólo una memoria de 1792 –el último paciente ingresó en 1851- recoge que se utilizaban cocimientos de cebada, ácidos purgantes, tintura de quinina, apósitos en las partes enfermas o baños para aliviar el ardor.  En 10 casos se practicaron amputaciones consiguiendo la sanación 8 de los 10.


¿Qué sentido tenía entonces contar en la Isla con aquel centro que conllevó que quedara al margen de la unificación de hospitales producida en el siglo XV, quedando sólo el Hospital general? -se pregunta Tomás-.  “Se debía a la necesidad de implantar una Orden que era importantísima en aquél momento y una red hospitalaria que también era de “clientes”. “De las limosnas que recibían, una parte se quedaba en Mallorca y otra se iba para la sede central en Viana” -detalla-.  “Una suerte de afán recaudatorio que llegó a superar la caridad con el enfermo” –concluye-.

Y hasta aquí llegamos con este breve estudio. Una Iglesia y Claustro que pertenece ahora al BBVA  y cuyo acceso se halla restringido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario