viernes, 4 de diciembre de 2015

¿TENEMOS TODOS ALGO DE GILIPOLLAS?.




Según el Diccionario de la R.A.E. la palabra “gilipollas” es una vulgarización del adjetivo “Gilí”, término que define a una persona tonta o lela.

Por lo visto la palabra “gilipollas” viene usándose desde muy antiguo para definir a un tonto (gili) que piensa con el pene (polla) y como los españoles somos tan propensos a utilizar compuestos de palabras, de ahí los insultos “gilipollas”, “tontolaba” (tonto del haba “glande”), “tontoculo” (tonto del culo), “bobochorra” (chorra “pene”), “potorrobobo” (potorro “órgano femenino”), etc.etc.


Si solo nos ceñimos a la definición de la R.A.E., vemos que “tonto” significa: “mentecato, falto o escaso de entendimiento o razón” al que se añaden las acepciones del “capirote” (persona muy necia e incapaz) “hacerse el tonto” (aparentar que no advierte las cosas de que no le conviene darse por enterado) “ponerse tonto” (mostrar petulancia, vanidad o terquedad)…entre otras. Y “lelo” significa (fatuo, simple o como pasmado).
 

Si continuamos buscando en el diccionario los significados de esas definiciones, encontramos: “petulancia” (insolencia, atrevimiento o descaro. Inútil y ridícula presunción) “vanidad” (vano: falta de realidad, substancia o entidad; hueco, vacío, falta de solidez, inútil, infructuoso o sin efecto…) “pasmado” (dícese de la persona alelada, absorta o distraída)… y ya nos paramos porque, según eso, hemos llegado a la conclusión que todos tenemos algo de “gilipollas” en mayor o menor grado, ¿o no?.
 

Quién en esta vida no ha sido alguna vez insolente, descarado o vanidoso, por poner algunos ejemplos. Quién no se ha hecho el “tonto” alguna vez, quién no se ha quedado “pasmado” en alguna ocasión o se ha puesto terco en alguna que otra discusión, quién no se ha distraído o se ha quedado en más de una ocasión absorto…pues todos estos adjetivos entran en la definición de un “gilipollas” aunque no lo hayamos pensado nunca.

Y si profundizamos más en algunas acepciones, vemos que cabrían también los bobos, maniosos, exagerados, charlatanes… y nos volvemos a parar, porque caben muchísimos más.
 

Buscando ahora por Internet hemos encontrado definiciones de “gilipollas” que son la leche, como la que figura en la “Inciclopedia”: “Un gilipollas es todo aquel hombre, persona o incluso mujer boba que tenga un bajo nivel de cerebro y lo demuestre envaneciéndose por ello; es decir es la persona que tiene más orgullo que inteligencia.

Lo suele demostrar haciendo tonterías y metiendo sistemáticamente la pata con alguna cagada que demuestra su narcisismo solo superable por su memez”, añadiendo “todos los gilipollas son torpes y, aunque no saben tratar tema alguno ni hablar bien, piensan que pueden decir la última palabra y que su irrazonable opinión es la mejor. Hoy en día es algo universal, ya es una enfermedad mundial…” Genial.

                                     
Pensamos en ello y enseguida se nos vienen a la memoria ciertos políticos que tenemos, pero, no acabamos de determinar si son ellos más gilipollas por lo que dicen y hacen, o nosotros por escucharles y creerles.



Hace unos días Beatriz García publicó en “El Confidencial” precisamente un artículo titulado “Las tres clases de gilipollas universales (y una se lleva la palma)”. En él, la autora destaca: 1º) Al tonto que se cree un genio 2º) El que no tiene ningún tipo de control y 3º) El despistado, descentrado e inconsciente. Termina Beatriz García por reconocer que “la estupidez nos hace humanos” preguntándose: “¿quién no ha dicho una bobada alguna vez o sufrido un rapto de suficiencia tontorrona?... La diferencia entre ser tontos a intermitencias o a tiempo completo, es que los primeros son capaces de admitir que a veces les “faltan luces” y los segundos no lo ven. Como vemos asevera que hay varios grados de gilipollas.



Existe un remedio para curar la gilipollez extrema, según hemos leído en “Inciclopedia”, que dice que se está  investigando la quimioterapia con ácido lisérgico porque promete espectaculares resultados. Añade además que se considera que un enfermo está curado cuando da muestras y señales de empatía y verdadera modestia, pero ha de realizarse un seguimiento de hasta diez años ante posible recaídas. 

Continúa diciendo que hay una terapia de choque que no falla si se aplica de inmediato: administrar (con mano callosa mejor) una hostia descomunal al gilipollas y repetir el tratamiento mientras continúen los síntomas. Eso no falla, se van los síntomas de inmediato, pero los efectos duran más bien poco, porque dejémonos de historias, el gilipollas extremo nace ya gilipollas y como dijo algún psiquiatra, eso no tiene cura: el que nace gilipollas, muere gilipollas.

Pero ese periodo de “impasse” de los gilipollas “lights” puede alargarse notablemente si el individuo se lo propone aunque…al final  son seguras las recaídas y recidivas.


De individuos que tienen un grado de gilipollez muy grave destacan los que se dicen nacionalistas y los que se creen salva patrias. Esos casos exigen una hospitalización africana, aislamiento y terapia de choque…pero es muy difícil que se dejen tratar. Qué le vamos a hacer, tenemos que aguantarles un día sí y el otro también. ¡Que asco!.
                                   (Tonto culo o gilipollas a la máxima potencia)
La tipología del gilipollas es tan amplia, que necesitaríamos más de un folio para relacionarlos a todos. Vamos a nombrar solamente a unos cuantos porque son de los que “cantan” más a menudo en nuestra sociedad: el jefe gilipollas, el jefecillo (que se las trae más que el otro), el del gimnasio, el pijo tontolaba, el salva patrias, el nacionalista, el político, el motorizado, el hijo de papá, el que todo lo sabe, el manioso, el chistoso, el chulo, el creído, el vanidoso etc.etc.etc.… ufff!.
Tenía razón Albert Einstein cuando decía que existen dos infinitos: primero, el universo, y segundo, la estupidez humana.



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